¿Acaso logran tus ojos sostenerse en mi reflejo?
sin que bajes la cabeza, sin que quites la mirada,
hoy que eres un trapo viejo, un acabado trebejo
manoseado al exceso y con la honra vituperada.
¿A dónde partió esa ingenua, ésa que ayer conocí?
aquélla que mantenía sonrojada la mejilla,
a quien su cándido rubor yo bebí con frenesí
a quien el recatado pudor le mella, le mancilla.
¿Las mentiras son acaso blancas, vanas o piadosas?
¿no flaqueas de vergüenza ante la culpabilidad?
¡Aguas! las bolas de nieve ruedan raudas y azarosas
quitando todo a su paso, hasta la moralidad.
Al término de tu obra, baja irremediable el telón,
no llegues a maldecir o hasta injuriar puertas externas,
no apuntes con tu índice contra otro triste inocentón
que yo sigo vivo y muerto, zombi en veredas eternas.
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